¿Con quién me caso?

Pregunta que hacen algunos jóvenes: ¿Con quién me caso? Veamos algunos consejos de la Palabra de Dios:

“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia… Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:22-25).

Lectura: Efesios 5:22-33. 1 Tim. 2:8-15. Col. 3:18, 19.
Si eres mujer creyente, cásate con un hombre de Dios:

  • A quien respetas y admiras, y a quien puedes someterte gozosamente (1 Cor. 11:3), confiada en que puedes dejar la dirección de tu vida en sus manos, porque en él ves una madurez espiritual que te da descaso (Rut 1:9).
  • Que ama al Señor con todo su corazón, alma, mente y fuerzas, que lleva años amándole y haciendo su voluntad.
  • Conoce la Palabra de Dios, que te la puede enseñar, y con el cual estás de acuerdo en su interpretación de la misma.
  • Que sabes que puede ayudarte a desarrollarte como persona, que te estimula en el uso de tus dones, que te ama sacrificialmente y está dispuesto a dar su vida por ti.

La Biblia enseña que el hombre es cabeza de la mujer, es “su señor” (1 Pedro 3:6), y que la mujer debe respetar a su marido, someterse a él, y tratarle con educación. “Que la mujer respete a su marido” (Ef. 5:33).

Respetar significa admirar, tener en alta estima y valoración. Para poder someterse a él, la mujer necesita un hombre compatible con la espiritualidad y madurez de ella. No puede someterse a un hombre menos espiritual y menos maduro que ella sin sufrir.

Asimismo no puede someterse gozosamente a un hombre al que no admira en todos los órdenes de la vida, ni a uno que no busque su bien, sin pasarlo muy mal. Las Escrituras enseñan que la mujer siempre está bajo la autoridad espiritual de un hombre: primero la de su padre y de los ancianos de su iglesia, y luego bajo la de su marido.

En cuanto a doctrina, la de su marido tiene que ser compatible con la suya, porque él es el que tiene que enseñarle. Ella no debe tomar la autoridad sobre él para enseñarle, ni ejercitar autoridad sobre él.

La mujer necesita la protección de su marido en las tentaciones que se presentan puesto que la mujer es más propensa a ser engañada por Satanás que el hombre (1 Tim. 2:12-14). Para ello, él necesita discernimiento espiritual, la capacidad de oír la voz de Dios y distinguirla de la del diablo, y mucho conocimiento de la Palabra para poder usarla como Cristo la usó en sus tentaciones.

Cuanto más espiritual sea la mujer, más difícil es que encuentre marido a su altura, sin hacer violencia a su madurez y espiritualidad, o sin quedar anulada por acoplarse a un hombre con quien no está de acuerdo, ni con quien puede tener comunión.

Que el Señor guarde a nuestro pueblo evangélico de tantos fracasos matrimoniales como los que hay en el mundo y que nuestros matrimonios duren para gloria suya. Amén.

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