Proverbios 2

Una de las grandes causas del fracaso de muchos estudiantes, y lo saben bien los profesores, es su falta de motivación. Lo mismo ocurre con la sabiduría que Dios regala (Proverbios 2:6). Para tener acceso a ella ha de anhelarse, desearse con intensidad. ¿A que no se pueden aprobar los exámenes sin verdaderos deseos de hacerlo? Por eso en nuestro texto se habla de recibir, guardar, estar atento, inclinar el corazón, clamar, buscar y escudriñar.

Estas acciones corresponden a esfuerzos tales como entrenar la memoria, ensanchar la mente, estar motivado para lograr la meta o buscar de forma enérgica. Por supuesto se refieren a la búsqueda de lo que proviene de Dios: palabras, mandamientos, sabiduría, prudencia, inteligencia

Proverbios 2:5 El temor de Dios

¿Y qué obtenemos de todo ello? Pues la meta no es ser sabio por ser sabio; la sabiduría en sí misma no es un fin, según la Biblia. La verdadera meta tiene que ver nada menos que con el sentido de la vida: entender el temor de Dios (Proverbios 2:5), es decir tenerle en cuenta en nuestra vida de manera reverente; y conocerle más, en el sentido de intimidad. Estos dos polos, temor reverente e intimidad, son el cimiento de nuestra relación con Dios, no según nuestras propias ideas sino según su propia revelación.

Adorar y servir a Dios

¿Te das cuenta de las implicaciones que esto tiene para tu vida? Por una parte nos libra de adorar a un Dios construido por nosotros mismos, a nuestra imagen y semejanza. Solo podemos adorar y servir al Dios que se autorrevela en la Sagradas Escrituras; si no es así, convertimos a Dios en un dios falso.

Por otra parte, vivir teniendo en cuenta a Dios en todos nuestros actos y disfrutando de su intimidad, une conocimiento y conducta, dos cosas inseparables. De aquí que los rectos son en la Escritura los que buscan la sabiduría de lo alto y a los que Dios protege (Proverbios 2:7), guarda, les hace entender justicia (honradez en el trato con los demás) y equidad (rectitud personal).

La verdadera religión

¿Entiendes ahora que la verdadera religión no es un salto de obstáculos? ¿Entiendes por qué los salmistas confesaban constantemente su deleite en la ley de Dios? ¿Entiendes que Dios, lejos de ser un aguafiestas, es quien desea que te realices plenamente como persona creada a su imagen y semejanza?

¿Has leído alguna vez el romancero español? Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va. Tal fue la respuesta del marinero al infante Arnaldo, según el romance popular. Algo parecido ocurre con la sabiduría que viene de lo alto. No hay posibilidad de ser mero espectador; se es ajeno o se está íntimamente implicado.

La comunión íntima con el Señor es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto (Sal. 25:14). Si has encontrado a Dios, lo entenderás perfectamente, querrás pensar como Dios piensa e irás abriendo los ojos a los peligros. En nuestro capítulo hay dos de ellos, muy propios de la juventud. Abre bien los ojos.

Proverbios 2:16 Relaciones ilícitas

Del primero ya se nos había dicho algo en Proverbios 1:10-19. Se trata del peligro de pertenencia y participación con los grupos perversos. La delincuencia no puede combatirse solamente con medios educativos o represivos. Pero pasemos al segundo, del que también nos advierte el sabio, el de las relaciones sexuales ilícitas, especialmente tentadoras para los jóvenes.

Proverbios 2:16 Al decir ilícitas se entienden las que están fuera del ámbito matrimonial. En este caso una mujer rompe su pacto matrimonial, con su esposo y obviamente con Dios, e intenta seducir a un joven. Podría ser otro caso, no importa.

El texto no se entretiene en hacer una apología del peligro de tales relaciones, tal como desearía un lector moderno: ¿Qué hay de malo en ello? Si dos personas adultas están de acuerdo, ¿por qué se les va a prohibir gozar del sexo? Con los adelantos sanitarios, incluso se puede ser promiscuo sin ningún riesgo… ¿A qué has escuchado alguna vez este argumento? ¿A que también ha pasado por tu mente?

Proverbios 2:18 Camino de muerte

La sabiduría solamente avisa: cuidado, no te dejes engañar, podrías comenzar un camino de muerte. Por eso termina nuestro texto recordándonos que hay camino de vida y camino de muerte. No es ninguna broma: los que lavan sus ropas en la sangre del Cordero entrarán en la Ciudad de Dios; los fornicarios, entre otros, se quedarán fuera (Apocalipsis 22:14-15).

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