Buscad primero el reino de Dios

Proverbios 3. A no ser que tengas vocación de “nini” (ya lo sabes, el que ni estudia ni trabaja), la juventud es precisamente el momento de la vida en el que cada cual nos planteamos o hemos planteado nuestro futuro. Puedes pensar en qué profesión te gustaría ejercer, a qué centro acudir para formarte, cómo te organizarás, de que tiempo dispones,… Todos lo hemos hecho, es algo deseable y el libro de Proverbios lo valora, tanto que califica la pereza como una lacra, una de las grandes necedades más dañinas que pueda tener una persona.

La misericordia y la verdad

Primero el carácter. Exhorta al joven, y a todos los que escuchan, a hacer suyas la misericordia y la verdad como características que todos puedan ver en él. ¿No son acaso atributos del mismo Dios? ¿No se dice eso mismo del Verbo encarnado? (Juan.1:14). Sí, es verdad, pero por sorprendente que nos parezca, quien se nutre del consejo de Dios y tiene ojos espirituales para percibir su manera de obrar, las asimila y llegan a formar parte de su carácter, de la expresión de su personalidad. Y ocurre algo muy importante, que halla gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres. Buena manera de que se abran puertas en la vida.

¿Hay algún método para que podamos incorporar a nuestra personalidad la misericordia y la verdad, para que formen parte de nuestro carácter?

El sabio nos da cinco consejos. En realidad se sintetizan en el “estribillo” que ya hemos mencionado en otra ocasión: “El principio de la sabiduría es el temor de Dios”.

Te animamos a realizar unos sencillos Cursos Bíblicos Conociendo a Jesucristo del Evangelio de Juan.

Confiar, depender y honrar a Dios

Confía en Dios. No hagas de la experiencia que acumulas tu propia norma de conducta. Tu propia  prudencia humana no es suficiente para tomar las mejores decisiones.

Depende de Él. No tengas áreas de tu vida reservadas en las que no incluyas a Dios.

Sé humilde. Las convicciones son importantes. Enhorabuena si las tienes, pero examina la fuente de dichas convicciones. Encerrarse en ellas, no contrastarlas honradamente con el ánimo de buscar la sabiduría, es una manera de excluir a Dios. Tener opiniones enfrentadas al consejo divino y conducirnos según las mismas es un camino muy peligroso.

Honra a Dios. Sé agradecido. Acostúmbrate a reconocer desde tu juventud que es Dios la fuente de toda bendición, el dueño de todas las cosas, de las que sólo somos administradores.

Déjate enseñar. Aprender puede resultar muy doloroso cuando se trata de enderezar la vida, de corregirla. Sin duda a Dios le importamos mucho y también en este aspecto ha de actuar como Padre.

4 Lecciones Bíblicas del Evangelio de Juan

Juan 5:39 «Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí»

La fuente de sabiduría es Dios

Así que, volviendo a hablar de cómo has de plantear tu futuro, ya sabemos que has de tener como prioridad penetrar en el camino de la sabiduría y andar por él. ¡Qué afortunado el que la encuentra!, aunque está a disposición de todos. Obtener la inteligencia o el entendimiento tiene aquí el sentido de extraer. Se trata de una acción esforzada, interesada en los resultados porque éstos superan en valor cualquier otra cosa que el mundo pudiera ofrecer.

Evidentemente la fuente de la sabiduría está en Dios mismo, en conocerle y amarle. Santiago nos dirá que se la pidamos a Él (Stg.1:5), lo que implica constancia en la oración, dependencia de Él. Más adelante el sabio nos dirá: “Compra la verdad, y no la  vendas” (23:23). El Señor nos habló de aquel tesoro escondido que quien lo encontró invirtió todo lo que tenía en comprar el campo donde estaba enterrado; y de aquella perla de gran valor por la cual el mercader de la parábola invirtió en ella todo lo que tenía (Mt.13:44-46). Ambos habían encontrado el Reino de Dios.

Apunta bien al blanco. ¿Vas a planificar tu vida para extraer y acumular oro y plata (entiéndase billetes de banco)? ¿Solo aspiras a eso? También requiere un esfuerzo, pero el sabio nos advierte que no hay posible comparación ni en lo que son en sí ni en los resultados que en ambos casos se obtienen.

El esfuerzo aludido para obtener la preciada sabiduría no tiene nada que ver con una concepción legalista de la relación con Dios. Él la da de gracia, está al alcance de todos, pero ha de apreciársela en su valor, desearla, querer apropiársela, lo cual implica dedicación y prioridad. Un verdadero creyente jamás se mostrará indiferente a vivir conforme a los principios del evangelio en el que dice haber creído.

Eclesiastés 12:1

Y llega la recompensa. Vuelve a aparecer la sabiduría como la personificación de una mujer, quizá una reina que ofrece dones a sus súbditos leales: largura de días, riquezas y honra, vida gozosa y paz. ¿Se puede pedir más? Son los componentes de aquello que los hebreos anhelaban, el shalom de Dios, una vida plena que afecta tanto a los elementos vitales como a los caminos que se emprenden. Curiosamente estos son los dones que anhela el ser humano pero que persigue de una manera equivocada; su error es que empieza prescindiendo de Dios, y por lo tanto de la verdadera sabiduría; buscar primero el reino de Dios queda en un segundo plano, la búsqueda se centra en el camino del poder y de las riquezas y al final no obtiene lo que tanto busca.

Como dijo el Predicador: Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento. (Eclesiastés 12:1)

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