Dos mujeres, dos intenciones

Se trata nuevamente de doña Sabiduría y doña Insensatez. Las dos te llaman, quieren seducirte, dan gritos para que acudas a ellas. Eso sí, con intenciones bien diferentes. Una para que vivas, la otra para que te pierdas.

La sabiduría

Doña Sabiduría ha preparado una casa grande, bien construida, que reúne todas las condiciones para invitar a mucha gente y que está bien atendida. No solo el lugar es acogedor y seguro, sino que lo que hay preparado no ha sido improvisado. Todo ha llevado su tiempo. Los invitados llegan a un banquete cuidado con esmero en el que hay comida y alegría. La metáfora del banquete nos está hablando de una invitación deseable para la que la anfitriona se ha esmerado, pero que a la vez está abierta a todos, sin condiciones excluyentes. Las criadas invitan de parte de su señora y lo hacen de tal manera que sea imposible pasar de largo sin percatarse de la invitación. Nos recuerda las palabras del profeta Isaías: “Venid, comprad sin dinero y sin precio vino y leche…” (Is.55:1-3).

El pan y el vino

Sentarse a la mesa, comer el pan y beber el vino nos habla de comunión, de hermandad, de deseos de compartir. Sabiduría quiere dar lo mejor que tiene y que los hijos de los hombres  se aprovechen de ello (8:19). ¿Cómo no encontrar un eco en las mismas palabras de Jesús, haciéndose a sí mismo la verdadera comida y bebida para el mundo? (Jn.6:51-55).

Otra vez hay una mención a los simples y los faltos de entendimiento. Justamente para ellos es la invitación: “¡Si alguno es ingenuo, que venga acá!” (4). Sin pretender faltar al respeto a nadie, justamente la etapa de la juventud es la más vulnerable. Se trata de la invitación a una vida con alternativas diferentes, donde ya no tienen sentido las simplezas sino el nuevo camino de la sabiduría. Solo pide decisión.

La corrección

Entre los relatos de las dos fiestas preparadas respectivamente por doña Sabiduría y doña Insensatez, tenemos unos versículos que van a aclararnos algo de suma importancia. Se trata de la manera de relacionarse la persona con la sabiduría o con la necedad. Pobres de nosotros si no aceptamos la crítica constructiva del que es más sabio que nosotros. Seguramente alguna vez han tratado de corregirte los que te aman. Ponte en su lugar.

El que trata de corregir va a encontrarse muchas veces con reacciones negativas y ha de estar preparado. ¿A que le has mirado como una persona rígida, sin empatía, incapaz de comprender tus problemas o tu conducta? Pues antes de reaccionar negativamente, reflexiona. Sé sabio; y sabio es quien acepta y agradece la corrección porque sabe que siempre tiene por delante un horizonte que nunca alcanzará en toda su plenitud. Se cumple la máxima de Jesús: Porque a cualquiera que tiene,  se le dará,  y tendrá más;  pero al que no tiene,  aun lo que tiene le será quitado.”  (Mt.13:12-16).

¿Y si prefieres pasar de la sabiduría, del temor de Dios? Pues, en último término, el ganador o perdedor vas a ser tú mismo. Quien intente corregirte puede intentar persuadirte, sufrir contigo, identificarse contigo, pero el carácter, la calidad de lo que se es, no puede darse ni recibirse. Se trata de ti mismo.

La insensatez

Y llega doña Insensatez. Empieza describiéndola el texto como alborotadora. Se pasa la vida llamando la atención sobre sí misma. No puede estar tranquila en casa y apela constantemente a los que pasan por la calle. Para no pasar desapercibida se coloca bien visible, en lo alto de la ciudad. No es la señora anterior, que enviaba sus criadas como mensajeras para invitar, sino la ramera que incita a experiencias extramatrimoniales, que es lo que seguramente quiere decir en este contexto “aguas hurtadas” y “pan…  oculto”.

La necedad

Pero, aunque la figura de la insensatez está representada por una ramera, recordemos que encarna rasgos generales de la necedad. De aquí que es “simple” (13), lo que comparte con sus víctimas. Es ignorante y remarca su actuación conforme a su propia necedad. Es inquieta, no como la gran señora que, aunque apela a tiempo y fuera de tiempo, se mantiene estable, serena, en su sólida casa. Hay que ser bastante estúpido para valorar lo que uno tiene por ser prohibido o proceder del esfuerzo que hizo otro. ¿Acaso no es una de las debilidades del joven probar aquello que está prohibido?

La sabiduría invita al camino de la vida; la necedad al de la muerte (18). ¡Qué triste! A pesar de todos los avisos de Sabiduría, “no saben ellos”. Así es el necio; puede estar escuchando toda la vida las buenas nuevas y sólo oír la engañosa voz de los insensatos, a la que creyeron todos los invitados. Estás avisado.

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