Proverbios 11

Este capítulo, como la mayor parte del libro de Proverbios, nos habla de muchas cosas desconexas entre sí, pero si tuviéramos que elegir algún vínculo que las une, aunque sea de manera un tanto forzada, diríamos que tienen que ver con la integridad.

Deja que el Señor forje tu carácter

Me asustó un poco escuchar a un profesor, cuando todavía era un joven estudiante, que los valores que se asumen en la adolescencia y primera juventud son los que suelen permanecer en la vida adulta. Si es así, la cosa es muy seria.

Nos encontramos con este término, integridad (3), para describir aquello que impulsa a los rectos. ¿Y que es eso de la integridad? Fundamentalmente es aquel que demuestra unidad en su conducta, que no presenta doblez, que no está dividido en función de lo que conviene en cada caso para su propio provecho. Se dice que las generaciones jóvenes tienen un sentido muy marcado de la justicia. La cuestión es: ¿Sigo teniendo ese mismo sentido cuando lo que es justo me perjudica a mí? Sin embargo, aunque a corto plazo no lo parezca, es siempre el justo el que sale ganando (8).

Las decisiones y sus consecuencias

En la juventud se juega uno muchas cosas, demasiadas en una etapa de la vida en la que aún no se ha llegado a la madurez. Muchas de las decisiones que se toman marcan para siempre, tienen consecuencias que permanecen. Lo que quizás es más difícil de apreciar son las repercusiones que nuestra integridad va a tener con respecto a nuestra descendencia. Un matrimonio bien fundamentado en el temor del Señor no solo va a ser de bendición en la pareja sino en la posteridad. Tarde o temprano, el malo será castigado; mas la descendencia de los justos será librada (21).

Pero la integridad no es solo una cuestión de conducta sino de corazón y pensamiento. Antes de ser hacedor del bien se ha de ser hambriento del mismo (23). Hay quien confunde la bondad con el no hacer daño a nadie. Es mucho más que eso. El justo sólo desea el bien, sin mezclas, sin excepciones, sin acepción de personas. Indirectamente, el que con empeño procura el bien (27) también encuentra favor para sí, aunque ésa no sea su meta.

Dos tipos de riqueza

Te estás preparando para la vida de verdad. Ello implica la necesidad de una autonomía económica. Muchas ideas pueden pasarte por la cabeza para obtener los bienes que necesitas. Pues has de saber que a Dios le importa la justicia humana en los negocios, en el mercado (1). Cuando tengamos que decidir entre riqueza o justicia, no lo dudemos; lo que una u otra puedan aportar a nuestra vida no es comparable: justicia es la vida misma (4). Hay gente tan pobre, tan pobre, que solo tiene dinero. Has de prepararte también para la práctica de la generosidad; que también forme parte de tu carácter. Hay quienes reparten, y les es añadido más;
Y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza, el alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.
(24-25).

La boca

Un área muy sensible para practicar la integridad. Se nos abren dos frentes: librarnos del que quiere perjudicarnos y no caer nosotros mismos en la tentación de herir con la lengua a otro. El sabio de Proverbios nos aconseja estar en íntimo contacto con la sabiduría para librarnos del primero (9). Y luego nos avisa para no caer en errores muy frecuentes. Por ejemplo, una manera de ensalzarse a sí mismo consiste en rebajar al que se tiene al lado (12). Es una conducta que observamos con mucha frecuencia, sobre todo en el campo laboral, en el estudiantil, y quizás hasta en la propia iglesia. Se necesita dominio propio para no sucumbir a ese tipo de comentarios dañinos. A veces, como sugiere el v.13, el daño de la lengua puede relacionarse con la difusión de secretos íntimos que alguien con toda confianza ha entregado a un amigo y de pronto se ve traicionado y en boca de todos. Puede hacerse mucho bien tratando con confidencialidad las cargas de aquellos que nos las confían.

Pero las palabras también pueden ser de gran bendición a los otros. Así lo dice el v.30, que nos habla de la influencia positiva del sabio   al transmitir sabiduría, hacer pensar a la gente o ayudarla a tomar decisiones para vida. Es en ese sentido que Jesús hace a los suyos “pescadores de hombres”

El íntegro no cree ser “un Dios»

Una de las muchas virtudes que nos comunica la Palabra de Dios es la de hacernos ver la debilidad de las apariencias. ¿Quién es el más fuerte, el arrogante o el dócil? ¿Cuál de los dos sale ganando? Si has oído hablar de Nietzsche, sabrás que pensaba que la misericordia es una manifestación de debilidad; el cristianismo mismo lo era para él. Pero el soberbio no tiene futuro (2) y la fuerza del cruel termina por volverse contra sí mismo (17). Es con la misma vara que medimos que somos medidos (Lc.6:38), y será de los misericordiosos de quienes se tendrá misericordia (Mt.5:7). El v.18 contrasta lo falso con lo consistente que reciben respectivamente el impío y el sembrador de justicia. Ambos caminan por sendas distintas (19) que conducen a metas distintas, tan distintas que constituyen la disparidad más grande que pueda imaginarse, la vida y la muerte.

Quizás fuera de contexto

Terminemos con una nota de humor. Como zarcillo de oro en el hocico de un cerdo es la mujer hermosa y apartada de razón, dice el v.22. Hay que decir que también hay varones hermosos y apartados de razón. El narcisismo no entiende de género. No deja de ser gracioso el contraste que supone ver un cerdo que lleva un pendiente de oro en el hocico. Parece que “no pega”; es más, se trata de algo aberrante estéticamente hablando. ¿Qué es una persona que puede presumir de una gran belleza y su característica más importante es su necedad?

Aviso a navegantes, especialmente a las guapas y a los guapos.

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