Dos mujeres, dos caminos (Proverbios 7:1-8:21)

Si el texto anterior remarcaba el peligro del adulterio, debido a sus consecuencias al quebrar la integridad moral y espiritual (e incluso física) del joven, el que vamos a considerar tiene por objeto avisar sobre las artimañas seductoras de la adúltera frente a un inexperto muchacho.

Pero el texto no se queda en la cuestión ética de la sexualidad de una persona piadosa; va mucho más allá. La adúltera, vamos a llamarla doña Insensata, es también la que insta al joven, o al no tan joven, a la necedad, al camino de muerte. Y veremos que esta se contrapone a otra mujer, doña Sabiduría, que se desgañita para avisar al incauto: ¡Cuidado! ¡Hay camino de vida y hay camino de muerte!

La Biblia es la sabiduría de Dios

La Biblia no es un libro de moral, ni siquiera de religiosidad. Es un libro de sabiduría, pero no de sabiduría humana, sino de la que viene de Dios. Desde que nacemos emprendemos camino de vida o camino de muerte; de aquí la importancia del mandamiento: “… haz lo recto y bueno ante los ojos de Jehová, para que te vaya bien…” (Dt.6:18)

Lo que le ocurrió al joven de la escena (6-21), fuera una historia real o un recurso didáctico que sirve de ilustración, puede ocurrirle a cualquier joven. Vigor y pasión juntamente con inexperiencia puede llegar a resultar un cóctel letal. De aquí que en buena medida el libro de Proverbios ayuda a asimilar la experiencia de otros sin tener, afortunadamente, que pasar por ella.

Es como si el sabio estuviera diciendo: “¡mira qué tonto !, ¡cómo se deja engañar !”. En principio se trata de un simple (7), el primer paso en el camino de la necedad, un ingenuo que se deja conducir. Como está desprovisto de finalidad y no está sometido a ninguna autodisciplina, se encuentra con lo que él cree que es una suerte y cae en manos de una tentadora adúltera.

La astucia de la mujer adúltera

Si bien la mujer descarga su artillería sobre la incauta presa, el joven se lo pone fácil. En principio es él quien pasea y coquetea con la ocasión acercándose a su casa. Lo hace de noche, en el anonimato de las sombras. Imposible escaparse del cebo entonces. Provocativa, astuta y acechante, toma a su víctima como la araña a un insecto preso en su tela. Hasta es capaz de decirle que tiene un interés especial por él, aunque en realidad se trata de una mujer que merodea en calles, plazas y esquinas. Sin duda el joven se sentiría inmensamente halagado. Es curiosa la referencia que hace la mujer al cumplimiento de su práctica religiosa, qué curioso. Ahora le anticipa el “programa”: delicada ropa de cama, buen perfume y toda una noche de pasión sin miedo a la presencia del marido. Evidentemente el joven no se resistió.

No es suerte, es una tragedia

¡Qué suerte!, dirían muchos; ¡qué tragedia!, dice el sabio. No sabe que lo que ha hecho es contra su vida. Se dará cuenta, pero será demasiado tarde. A la casa de tal mujer no se llega inesperadamente, hay que dirigirse a ella, seguir su camino. Lo que muchos no saben es que ese camino es camino de muerte.

Y ahora vemos el contraste (8:1-21). Hemos visto la actitud de la mujer ramera rondando por calles y plazas y llamando la atención sobre sí. La sabiduría se presenta ahora como otra mujer. Como aquélla, también llama a todo el mundo a fijarse en ella, pero el contraste de los resultados es tan distante como la muerte de la vida.

Mejor que las piedras preciosas

A todos y para todos (1-5). En las alturas, junto a los senderos, en los cruces de los caminos y los lugares públicos de las ciudades. Ni quiere ni puede pasar desapercibida. No es para las élites, para los refinados, la gente culta y de buen gusto; más bien los simples y los necios  son los que más la necesitan. La sabiduría no pierde la esperanza de atraer a los que aún no son sus compañeros de camino; de ahí su enérgica llamada. Bien es cierto que los que más la aprecian son los que la conocen y han gustado la excelencia de sus consejos.

¡Aprovecha la oferta ! (6-21). La sabiduría, en nuestro texto, dice que lo que ofrece es mejor que las piedras preciosas, mejor que cualquier cosa deseable, incluido que el móvil de última generación, diríamos hoy. Es tan excelente que cuando los reyes, jueces y gobernantes se dejan seducir por sus consejos, aciertan en su ministerio. Cualquier persona que se aferra a ella prospera en bienes y en honra. ¿Y eso cuánto cuesta? ¡Es gratis!

La sabiduría es el temor de Dios

Pero no te confundas, gratis no es barato. La sabiduría se convierte ella misma en un regalo hacia los demás. Según hemos visto hasta aquí, sólo hay una condición: desearla intensamente. Cuando se desea algo intensamente se es capaz de renunciar a todo lo que interfiera con el fin de conseguirlo. Hay un cambio de mente, una nueva actitud, y es que la sabiduría consiste fundamentalmente en la piedad, en un caminar en el temor de Dios (13, 20). Ello implica la renuncia a la maldad, y es a partir de esta misma decisión que el caminante hacia la vida encuentra la fuerza, la compañía de la misma sabiduría, para seguir adelante (9,17).

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