Mateo 12:8 “Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de Reposo”
Marcos 2:23-28
Ya que estaba hablando de la nueva dispensación en Cristo, Pedro (el que contó el contenido del evangelio de Marcos) sigue hablando de ella, esta vez tratando el tema del día de reposo. Recuerda el día cuando él y los demás discípulos pasaron por un campo sembrado en un día de reposo y tenían hambre, así que “comenzaron a arrancar espigas” (v. 23). Los fariseos en seguida reprendieron a Jesús: “¿Por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?” (v. 24).
La respuesta de Jesús es otra revelación de su naturaleza Divina, pero no llega a ella hasta el final de su respuesta. Primero establece que la observación del día de reposo de los fariseos no es bíblica, porque su interpretación del mandamiento de Dios no incluye misericordia, ni guarda el orden de prioridades de Dios, ni cumple el propósito por el cual Dios dió la Ley. Jesús cita el ejemplo de David que rompió la Ley en una situación que lo justificó.
El pan del Tabernáculo
El pan del tabernáculo era exclusivamente para los levitas como provisión de Dios para suplir sus necesidades (Levítico. 24:5-9). Dios suple las necesidades de los que le sirven. En este momento de la huida de David, su vida peligraba. Su necesidad de comida era mayor que la de los sacerdotes, porque su supervivencia dependía de ello. Aquí entra el principio de la provisión de lo que es necesario, la misericordia y el amor, que es el cumplimiento de la ley.
El propósito del sábado
Luego, Jesús explica el propósito del sábado. Era para que el hombre descansara un día de cada semana. Dios se lo había dado como regalo, un acto de misericordia, y los fariseos lo habían convertido en un una pesada carga en lugar de una bendición (v. 28). ¿Quién determina el uso del sábado? Ahora viene la afirmación de Jesús que habría enfurecido a los fariseos: “el Hijo del Hombre es Señor aun del día de Reposo”. ¡Él está por encima de la Ley! El único por encima de la ley es Dios. Aquí tenemos la doble identidad de Jesús: él es Dios y hombre, es el Hijo del Hombre y también el Señor. (Filipenses 2:9-11).
El ayuno y día de reposo
Estas dos historias, la del ayuno y la del día de reposo, señalaron a Jesús como el Esposo, y el Señor, el Divino Hijo de Dios que ha venido para establecer el Nuevo Pacto. Es el cumplimiento de la profecía de Jeremías: “Ellos invalidaron mi pacto, aunque fuí yo un marido para ellos, dice Jehová. Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón” (Jeremias 31:32, 33). Dios les quitará el corazón de piedra y les dará uno de carne en la cual escribirá su ley.
El pueblo de Dios ya no iba a estar bajo el viejo Pacto de la Ley escrita en tablas de piedra, sino bajo el Nuevo Pacto en que su Ley estaría escrita en el corazón redimido, para que la obedecieran de corazón, no como un legalismo, sino como una expresión de amor a Dios quien les había salvado. El texto de Jeremías hace referencia a Dios como el Marido de Israel y la Ley como algo interno.
Jesús como Marido es quien decide cómo cada creyente tiene que ayunar y guardar el día de reposo, no la ley, porque él es el Esposo de la Iglesia y el que tiene autoridad sobre ella de forma personal y directa, y el que la dirige en la expresión de su espiritualidad, porque la realiza para él, como parte de su relación de amor con Cristo.