Lo que es agradable a Dios

“Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:1, 2).

Para estar en condiciones de realizar la voluntad de Dios, vemos por este texto que hacen falta dos cosas; una tiene que ver con el cuerpo y otra con la mente. Hemos de renunciar a las demandas del cuerpo y cambiar nuestra mentalidad. No podemos ser controlados por lo que le apetece al cuerpo, ni por lo que le parece bien a la mayoría de las personas. Para hacer la voluntad de Dios, los deseos de nuestro cuerpo han de ser sacrificados y nuestra mente tiene que ser cambiada, reprogramada. Nuestros amigos que no son creyentes tienen cierta manera de pensar, de ver las cosas, actitudes, convicciones, ideas acerca de lo que está bien y lo que está mal, valores, opiniones, cierta mentalidad, y ésta es la que tiene que cambiar si queremos vivir según la voluntad de Dios para hacer lo que es bueno, agradable y perfecto para Él, pues su mentalidad es contraria a la del mundo. Él es Santo.

Es interesante notar que, para un hombre, el matrimonio y la voluntad de Dios tienen requisitos parecidos. Para hacer la voluntad de Dios el hombre tiene que presentar su cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, y para estar casado debe, además de amar a su mujer, entregarse por ella, sacrificarse por ella, como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Ef. 5:25). El matrimonio es una escuela de santificación como lo es la vida. Cristo se sacrificó a sí mismo para santificar a la Iglesia, y la santificación es la finalidad del amor sacrificado que hace funcionar el matrimonio. Es más, requiere que yo como hombre cambie mi mentalidad por la gracia de Dios para entender más y más a mi esposa, para vivir sabiamente con ella: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer… como coheredera de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7). Para esto, el hombre tiene que cambiar su actitud para no verse como superior, dominante, más importante, y para no usar su fuerza superior para obligarla a hacer lo que él quiere. Y ella, por su parte, tiene que sacrificar sus deseos carnales y “estar sujeta a su marido” (1 Pedro 3:5), para hacer la voluntad de Dios. Tiene que cambiar sus actitudes mundanas acerca del matrimonio, para pensar conforme a la voluntad de Dios, y tener la mente de Cristo que es nuestro Ejemplo en todo (Hebreos 12:2).

El servilismo y la anulación de la mujer frente a la voluntad impuesta del hombre no la santifica, y mucho menos, su rebeldía, o la imposición de su voluntad por encima de la de su marido, el insistir en sus propios derechos. La  mujer «se salvará engendrando hijos, si permanece en fe, amor y santificación, con modestia» (1 Timoteo 2:15).

Nuestra salvación fue lograda por el autosacrificio de nuestro Sustituto JESÚS y nuestra santificación viene por presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo a Dios, y por la transformación de la mentalidad. Nuestra entrega al Señor a 100 º/º es muy importante así como nuestra santificación cada día hasta que Cristo venga.

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