Los discípulos de Jesús llamados apóstoles

“Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Marcos 3: 13, 14).

Un discípulo de Jesús es uno que vive con él para conocerle y aprender de él, para ser como él, y sale para llevar el Evangelio a otros: “Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar. ¿Soy yo un discípulo de Jesús? ¿Paso tiempo con él para luego salir a predicar?

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Jesús y los rabinos

Jesús era diferente de los rabinos de su tiempo. Ellos enseñaban las Escrituras y la tradición religiosa a sus discípulos en una sala. Su método incluía el uso de preguntas, repetición y memorización. Los discípulos escogieron al rabino de quien querían aprender. En el caso de Jesús, él elegía a sus discípulos (Juan 15:16), y los llamaba a dejarlo todo y seguirle (Marcos 10:28). Tenían que estar preparados a afrontar el martirio si fuese necesario (Marcos 8:34).

Jesús no les enseñaba en un aula, sino por su vida, por el camino, en los pueblos, en el campo, en todos los lugares donde él iba. Les impartía su interpretación del Antiguo Testamento y su propia enseñanza, en lugar de la tradición de los ancianos. Daba a su palabra la misma autoridad que tenían las Escrituras. Como consecuencia, los discípulos a veces no le entendían, o se sorprendían de su enseñanza (Marcos 4:10; 7:17; 9:32). Otros también seguían a Jesús, como las mujeres que le siguieron hasta la cruz (Marcos 15:40).

Conociendo la vida de Jesús y sus apóstoles

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Las enseñanzas de Jesús a sus apóstoles

Jesús enseñó a sus discípulos a orar, evangelizar, sanar a los enfermos, les enseñó cómo tratar las preocupaciones cotidianas, y cómo hacer discípulos ellos mismos. Jesús formó una comunidad de discípulos o apóstoles como fundamento de la Iglesia primitiva que solo alcanzaría su plena realización después de su muerte, resurrección y ascensión.

Los discípulos de Jesús

Los discípulos eran imprescindibles en el plan de Dios. Cuando él ascendió al cielo, no dejó nada escrito. Todo dependía de ellos. Los cuatro evangelistas, bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribieron sus recuerdos de la vida y enseñanza de Jesús, cada uno desde su ángulo particular. Pablo sistematizó la doctrina cristiana. Llevaron el Evangelio a Jerusalén, a toda Judea, Samaria, y hasta lo último de la tierra en el poder del Espíritu Santo, tal como les había mandado Jesús (Hechos 1: 8).

La gente tomó nota de los doce, que habían estado con Jesús. Juntos revolucionaron al mundo (Hechos 17:6). Santiago, Pedro y Juan dirigieron la iglesia madre en Jerusalén (Gálatas 2:9). Pablo y su equipo evangelizaron el Imperio Romano. Tomás llevó el Evangelio a la India. Todos pagaron por su lealtad a Jesús con sus vidas. Herodes “mató a espada a Jacobo, hermano de Juan” (Hechos 12:2).

Pedro y Pablo fueron ejecutados en Roma, y Juan fue exiliado a la isla penitenciaria de Patmos. Sin los discípulos la Iglesia no existiría hoy. El plan de Jesús era formarles a ellos, para que ellos formasen a otros, que todos llevasen el Evangelio hasta el fin del mundo, y que la iglesia fuese implantada en todos los países del mundo antes de que él volviese. Seamos también nosotros discípulos de Jesús.

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