Proverbios 1:8-23

«… La sabiduría clama en la calle, en las plazas alza su voz;  clama en las esquinas de las calles concurridas; a la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos:  ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores se deleitarán en hacer burla, y los necios aborrecerán el conocimiento?…»
En el libro de Proverbios os vais a encontrar con dos personajes muy bien definidos, doña Sabiduría y doña Insensata. Tenéis que aprender a discernirlos; muchas veces la segunda quiere hacerse pasar por la primera y tiene un gran poder de persuasión.

Doña Sabiduría siempre nos habla de manera muy firme, porque nos ama y ve que en la vida nos encontramos con grandes peligros. Siempre nos insta a dejar de tener una actitud reactiva, es decir ocuparnos de los problemas cuando ya han llegado y hemos de asumir los daños, e insiste, en cambio, en que tengamos una actitud proactiva, es decir obrar a tiempo, porque sabe que los problemas, tarde o temprano, van a llegar. Es decir, que doña Sabiduría es partidaria de la medicina preventiva más que de la curativa.

La motivación

Una de las condiciones básicas para el aprendizaje es la motivación. En un sentido sólo aprende quien quiere aprender. De ahí la exhortación a que escuchemos atentamente lo que nos dice doña Sabiduría, a que retengamos su instrucción ya que no menospreciemos la disciplina si el camino por el que hemos de andar es árido. El que va a proponernos doña Insensata es fácil de andar, basta con echarse a rodar.

La motivación, es decir el motor que nos mueve a hacer las cosas, es en general la obtención de una recompensa. Dicen los psicólogos que uno de los factores que intervienen en la adicción a los videojuegos es la seducción de la recompensa inmediata. Casi de manera instantánea nos vemos muy satisfechos por la consecución de un desafío que pone a prueba nuestras habilidades. Pero lo normal en la vida es que los resultados de las cosas importantes se obtienen con perseverancia y a largo plazo; los que están convencidos de ello y trabajan de forma constante son los que triunfan. En el mundo en que vivimos esto no es fácil; sin embargo, no se puede llegar a la meta de otra manera.

Y si esto es cierto para nuestra experiencia en la vida: superar un curso académico, lograr una cualificación profesional para poder dedicarnos en la vida a lo que nos gusta, prepararnos para un trabajo para el que necesitamos ser competentes, o para triunfar en nuestra relación familiar o de pareja, mucho más lo es para adquirir una personalidad sabia; imprescindible para desenvolvernos en los asuntos prácticos de la vida, para planificar correctamente, para conducirnos de forma que no nos tengamos que encontrar con sorpresas desagradables. Así que la recompensa es doble: obtener éxito y a la vez evitar fracasos que en casos extremos pueden llegar a destruir la propia vida.

Otra de las advertencias que el sabio hace de manera especial a los jóvenes, tiene que ver con un peligro que probablemente hoy es mucho mayor que cuando se escribió Proverbios, lo que nuestras madres describían, y siguen describiendo, como “las malas compañías”.

«La presión de grupo»

¡No consientas! ¿Has oído hablar de la presión de grupo? Pues has de saber que en una u otra medida la estás padeciendo. La presión de grupo es algo muy conocido entre los educadores. Llega un momento en que nuestra vida pasa de la niñez a la adolescencia y aquella imagen de la figura “todopoderosa y omnisciente” de los padres se viene abajo. A partir de ahí el grupo de iguales toma una gran fuerza en nuestra vida, especialmente cuando todavía somos jóvenes. Estar integrado en él, ser aceptado, importar a los demás, va a convertirse en una de las prioridades en la vida de un adolescente o de un joven. ¿Qué ocurre cuando este grupo ha degenerado en una banda de delincuentes? ¿O simplemente en un grupo en el que el alcohol, o las “hierbas”, forman parte importante de la relación de unos con otros. La voz de doña Sabiduría avisa con fuerza porque la propuesta es atractiva.

Quedas invitado. Doña Sabiduría te busca, joven.  Nadie tiene excusa, es accesible, todos pueden buscarla, oír su voz. La invitación es para todos sin discriminación, sea cual sea el grado de necedad en el que nos encontremos, porque en mayor o menor medida todos la padecemos. Hay esperanza para los simples, aquellos que van dejándose llevar sin rumbo por los vaivenes de la vida, e incluso para los burladores e insensatos. A todos ellos va dirigido un claro “¡convertíos!”. Cristo se compadeció de una muchedumbre porque eran como ovejas que no tenían pastor (Marcos 6:34); de un reo convicto, compañero de ejecución (Lucas 23:42-43) y de un blasfemo, perseguidor e injuriador (1 Timoteo 1:13).

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